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DEFENSORES DE OVIEDO

«El cerco a Oviedo fue terrible, más dramático que el bombardeo de Guernica»

«El cerco a Oviedo fue terrible, más dramático que el bombardeo de Guernica»

Con «La ciudad indómita», su nueva novela, el periodista Esteban Greciet echa la vista atrás, a su infancia. «Yo tenía 5 años, mi madre acababa de llegar a Oviedo de Cuba, viuda y jovencísima. Se muere mi abuelo, viene la revolución y la guerra. Fue una catástrofe familiar, unas mujeres solas, la guerra acabó con todo», cuenta.

Greciet guardó todos aquellos acontecimientos e impresiones en la memoria. «En la posguerra no se hablaba de la guerra, era algo que había que echar al olvido», dice. Años después, reposados y meditados, sus recuerdos, engarzados en los dramáticos y decisivos acontecimientos históricos de aquellos años, se han convertido en una novela.

 


-Siendo un niño, ¿era consciente de la tragedia que suponía la guerra?

-Los niños teníamos la inconsciencia propia de la edad, no conocíamos otra cosa, jugábamos en el chalé del Marqués de la Rodriga, que era un cuartelillo de los militares que guarnecían el cementerio viejo, en aquellas escaleras con las viejas armaduras y con una niña de 12 años que nos capitaneaba.

-Su novela arranca con la inauguración del Restaurante Sisters.

-Existió. Fue una especie de reinauguración de la ciudad tras la Revolución del 34, una ciudad de una burguesía naciente. La población necesitaba resurgir.

-Describe la resistencia de Oviedo como heroica.

-La población ya estaba escarmentada por lo que pasó en octubre y los acontecimientos políticos presagiaban lo que iba a ocurrir. La población civil y el coronel Aranda se estaban preparando. La gente sufrió el tifus, el hambre, los cortes de agua, los bombardeos y esperaban con cierto escepticismo que llegaran las columnas que los iban a liberar y llegaron, en octubre, pero aún quedaba por delante un año de asedio.

-La guerra se libró en las calles de la ciudad.

-La defensa de Oviedo se estudia en academias militares de todo el mundo. Estuvo muy bien planeada y resistió ante unos efectivos de sitiadores seis o siete veces superiores, sin problemas de suministros y que tenían el apoyo de la Unión Soviética. Y a pesar de todo ello, durante año y medio no pudieron conquistar Oviedo. Fue por la estrategia del coronel Aranda y su estado mayor; los milicianos eran muy arrojados, muy valientes, pero eran en su mayoría mineros sin disciplina. Los tres primeros meses lanzaron un montón de ofensivas, la de octubre fue terrible. Aranda dijo: «Acaba Sagunto y empieza Numancia». Las columnas de Galicia llegaron en el último momento cuando se estaba librando una lucha de reductos en la propia ciudad. Luego, la ofensiva de febrero, a raíz del fusilamiento del rector Leopoldo Alas, con muchísimos medios pero que a pesar de ello no logró entrar en la ciudad.

-¿Cómo discurría entre tanto la vida cotidiana?

-Se fue reduciendo en sus posibilidades. Cuando aquello empezó, en julio, había cine, espectáculos... Los abastecimientos fueron mermando y había escasez de todo, una epidemia de tifus y absolutas restricciones. La población pasaba gran parte del tiempo en los refugios -recuerdo la bomba que cayó en Foncalada-, no había diversiones, sólo alguna radio clandestina. En la ciudad había una cierta solidaridad, aunque alguna gente simpatizaba con los sitiadores y había pequeños sabotajes.

-¿Y el final?

-La columna de Martín Alonso y Teijeiro fue detenida en Peñaflor, tuvo que desviarse por el Norte y entrar por el Escamplero. Había poca información en el interior de la ciudad, se desconfiaba de la llegada de las fuerzas salvadoras. Entonces vieron en el Naranco una bandera rojigualda: eran los moros. Cundió la alegría, entró Teijeiro por la Argañosa, de noche, y los que están en la trinchera del puente del ferrocarril aún creían que era una broma. Lo curioso del caso es que se levantó silenciosamente el cerco, quedaron vacías las trincheras, sólo un miliciano quedó durmiendo, no se había enterado. Se hizo un silencio total.

-¿Ya es posible distanciarse de aquellos acontecimientos y hacer una lectura desapasionada?

-Tendrá que pasar aún mucho tiempo. La ciudadanía estaba muy dividida y el Gobierno de Zapatero con la ley de Memoria Histórica revivió todo aquello. Este episodio de Oviedo, que fue terrible, que se cobró muchísimas muertes, fue más dramático que el bombardeo de Guernica, el asedio del Alcázar de Toledo y de Santa María de la Cabeza, tanto por su extensión en el tiempo como por su mortandad.

-¿Por qué no tuvo tanta repercusión como aquellos?

-Por el posicionamiento de Aranda frente al nuevo régimen. El coronel era monárquico -se decía que masón, pero yo no lo creo-, un liberal. Fue el protagonista, dirigió la defensa y al año siguiente dirigió el Estado Mayor. Eso fue oscurecido, por su monarquismo democrático. Eso me animó a escribir este libro. Yo quería dar una panorámica general, con los momentos estelares. Los episodios iniciales son de película.

-Uno de los acontecimientos que relata es el asesinato del Rector Alas.

-Sabemos quiénes fueron los testigos del juicio. Benjamín Ortiz, el magistral, que le asistió en sus últimos momentos y que salió de la cárcel diciendo: «Habéis matado a un santo». El rector era culto y muy sensible a la necesidad ajena. Un hombre de izquierdas republicano. Los militares no se andaban con chiquitas y él se había identificado con el Socorro Rojo y había estado en Gijón, en actos con la Pasionaria. Se le ofreció ir a Estados Unidos, como profesor invitado, pero rehusó, no preveía lo que iba a ocurrir.

-Es un libro repleto de datos históricos.

-Trata de ser una crónica periodística novelada, con personajes inspirados en personas reales, una trama amorosa protagonizada por una chica falangista y un joven anarquista. Hay traición, odio y amor a raudales, sangre, humor... He recogido testimonios populares, datos de cartas, libros, hay algunos tomados del primer número de LA NUEVA ESPAÑA.

«La defensa de Oviedo se estudia en las academias militares de todo el mundo, resistió a efectivos de sitiadores seis o siete veces superiores; los milicianos eran valientes y arrojados, pero con poca disciplina»

«Mi libro trata de ser una crónica periodística novelada, con una trama amorosa entre una joven falangista y un anarquista; hay traición, odio y amor a raudales, y también humor»

 

Diario La Nueva España (3/01/2012)

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