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DEFENSORES DE OVIEDO

La loma del Canto y el Comandante Vallespín

La loma del Canto y el Comandante Vallespín

 

Una de las muchas posiciones en que se batieron con increíble heroísmo los defensores de Oviedo, fue sin duda, la Loma de Canto, situada a la ladera de la cordillera del Naranco, cerca de la Iglesia de San Pedro de los Arcos. El Capitán Rivera hace entrega del mando de la posición al Comandante Vallespín.

-Esta es la situación, mi Comandante, la clave de la posición es el caserío de Los Solises. Ha perdido casi toda su guarnición, últimamente se ha reforzado con los serenos y algunos guardias municipales de la ciudad.

Sonríe Vallespín y comenta: ¡Buen refuerzo! Con tal de que se batan bien.

-¿Me necesita, mi Comandante?

-No, vaya usted a reunirse con el General, y le felicito. Durante las horas que ha tenido usted el mando, ha actuado con gran acierto.

-Gracias, mi Comandante.

Los voluntarios que defienden con ahínco la posición, comentan entre ellos. Han matado al Teniente Coronel y el Comandante Caballero ha caído herido de mucha gravedad. También mataron al Teniente Sánchez y al Sargento Navarro de la 42.° de Asalto, y tantos y tantos otros. De aquí no sale nadie más que  con los pies por delante, como en Simancas;  moriremos todos, heroicamente, eso sí, en un derroche de heroísmo inútil. Yo...

Seca, enérgica, suena cerca de ellos la voz del Comandante Vallespín que dice:

-El heroísmo nunca es inútil.

Todos ellos vuelven la cabeza y ven al Comandante, las balas pasan por encima de ellos silbando, trágicamente.

El Comandante pregunta:

-¿Son ustedes voluntarios?

-Sí, mi Comandante y se ponen todos de pie.

El Comandante les indica:

-¡Todos a cubierto!, y agrega:

Ningún heroísmo es inútil, aunque lo diga Prieto. Por decirlo y por pensarlo perderán la guerra. E1 heroísmo del Simancas no fue inútil, gracias a él, el cerco fue menos duro para nosotros, retuvieron a muchos miles de hombres que se cebaban en Simancas porque lo creían presa fácil. Nuestro heroísmo no es inútil. Alrededor de Oviedo, cercándonos, hay en este momento más de veinte mil hombres, están aquí por nosotros, porque nosotros resistimos y gracias a ello el Alzamiento marcha hacia la victoria. Gracias a Simancas y gracias a nosotros todo ese alud de hierro no ha caído sobre poblaciones indefensas. Además, Simancas al morir nos lego un ejemplo y la muerte no es nunca inútil cuando sirve de ejemplo a los que vienen detrás. ¿Me comprende usted?

-Si, mi Comandante.

-Nada es inútil, ni siquiera estos momentos en que todos nos exponemos inútilmente a las balas enemigas. Dicen que la letra con sangre entra. Las definiciones de heroísmo deben darse siempre entre el silbido de las balas, y ahora, ¡póngase a cubierto!

Un voluntario andaluz comenta:

-Vaya tío explicándose, y ole por los hombres con... rasonesl

Ya anochecido, en las afueras de Oviedo, camino de la Loma de Canto, el Capitán Solís da sus instrucciones al Teniente Mayoral, mientras se oye rabioso el fragor del combate. La claridad de las explosiones hace que, en algunos momentos se distingan claramente el rostro de los dos hombres.

-Las instrucciones del Estado Mayor son de que tú, con tu sección, vayas a Los Solises. Se ignora si el enemigo ha ocupado la posición, caso de que sea nuestra debes reforzarla, Si no, intentar apoderarte de ella. El General Aranda te ha designado a tí y las instrucciones del Estado Mayor son que procedas según tu criterio. Esto te prueba lo que confían en tí.

-Pueden hacerlo, saluda militarmente el Teniente Mayoral y el Capitán le estrecha la mano y le dice:

-Suerte, muchacho.

-Adiós, mi Capitán.

-Adiós no, hasta la vista.

Me parece que esta vez será "adiós" mi Capitán... Y volviéndose a la tropa grita: ¡Sección... firmes! De frente, paso de maniobras, ¡ar!

La sección se aleja y el Capitán Solís le ve perderse entre la niebla y la noche.

En los parapetos de la Loma de Canto se rechaza un ataque feroz. El resplandor de un incendio a la izquierda, ilumina la posición. Los rojos, adueñados de Los Solises, han incendiado un seto y llega hasta la Loma de Canto. Dos ametralladoras enemigas barren la posición, caen bastantes hombres. A la luz de las llamas se ve la figura del Comandante Vallespín que avanza hacia la izquierda gritando:

¡Los Solises son suyos! Vamos, muchachos, desplegad a la izquierda, hay que hacer un martillo, una ametralladora, ¡pronto!

Con prisa febril, dos hombres giran el emplazamiento de una ametralladora, cae uno de ellos, el Comandante coge la ametralladora y la emplaza de cara a las llamas. Su figura está iluminada como si fuera de día. Cae el otro sirviente de la ametralladora. El Comandante se sienta en ella gritando:

¡Pronto, un proveedor!

De un salto un voluntario se ha colocado a su lado y tomando la caja de peines, empieza a proveer la ametralladora.

El Comandante, tranquilamente, hace fuego por ráfagas contra la posición enemiga; al terminar el peine pide otro y en aquel momento ve que meten otro peine en la ametralladora y mientras hace fuego dice:

Bien, muchachos, resultó la lección.

Apenas terminó de decirlo, rueda por el suelo muerto. El proveedor coge el cuerpo del Comandante y de un rápido tirón lo pone a un lado, después se sienta en la ametralladora y sigue haciendo fuego.

Viendo el cuerpo inerte, en los oídos de los voluntarios martilleaban las palabras del Comandante Vallespín:

“La muerte no es inútil cuando lega un ejemplo a los que vienen detrás...”.

Comprendían que su suerte y sus palabras eran un ejemplo y que cambiarían el rumbo de la vida.

 

 

 

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