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DEFENSORES DE OVIEDO

La Gesta de Oviedo

La Gesta de Oviedo

 

Se han cumplido este año 53 desde que la Corporación ovetense decidió que el monumento a la Gesta de Oviedo, para conmemorar la defensa de la ciudad entre el 19 de julio y el 17 de octubre de 1936, se situaría en una plaza, entonces casi un descampado, entre la calle Pérez de la Sala y la avenida de Calvo Sotelo, junto al viejo depósito de agua. Más de medio siglo para un espacio, un nombre y una historia que ya se había iniciado unas dos décadas antes, pues la consecución del monumento fue larga y azarosa. Del monumento y de la iglesia a la que está ligado, porque al final fue así, ambas cosas se vieron enlazadas y nacieron juntas, y el conjunto aún se completó con la urbanización de una gran plaza de trazo sobrio, equilibradas proporciones y marcada solemnidad.

El 23 de julio de 1957, la Comisión Permanente del Ayuntamiento, presidida por el alcalde Fernando Beltrán Rojo, acordó por unanimidad situar el monumento a la Gesta de Oviedo en la plaza que se denominaría de igual forma, aprobando también «las gestiones realizadas hasta ahora por la Hermandad de Defensores en orden a la elección del proyecto», según el acta de la sesión que se conserva en el Archivo Municipal.

 
Terrenos y nombres
La obtención de los terrenos, que había comenzado tiempo atrás, resultó larga y trabajosa, con expropiaciones y cesiones que al final lograron configurar un solar de dimensiones generosas. En realidad, ya un par de décadas antes, aquella prolongación del llamado Campo de Maniobras en dirección al colegio de las monjas Dominicas comenzó a contemplarse como el espacio urbano apropiado para situar en él un monumento a los caídos durante la guerra civil, espacio al que en un primer momento se aprobó dar el nombre de José Antonio Primo de Rivera -según recoge José Ramón Tolivar Faes en «Nombres y cosas de las calles de Oviedo»-, nombre que luego se pondría al paseo de los Álamos.

No fue hasta 1944 cuando se aprueba la urbanización, apareciendo ahora bajo una nueva denominación de plaza de los Caídos, que prevaleció durante mucho tiempo aunque previamente también se había barajado darle el nombre del aviador Julio Ruiz de Alda, uno de los fundadores de Falange.

En el lugar, que pese a tanto cambio de nombre permanecía en barbecho, confluyeron finalmente dos voluntades. La de la Hermandad de Defensores de Oviedo, que desde el final de la guerra civil había trabajado con ahínco para levantar un monumento a los caídos, y la de la Iglesia y los feligreses del antiguo barrio del Fresno, que deseaban erigir un nuevo templo para reunir un culto diseminado por distintos conventos de la zona, entre ellos los de las Adoratrices y las Dominicas, según relata el párroco de San Francisco de Asís, Fernando Llenín. Finalmente, ambos propósitos hubieron de fundirse en uno solo. Hasta el punto de que Llenín duda «si el templo mismo es el monumento o si lo es solamente el ángel adosado a su fachada». Una duda que el presidente de la Hermandad de Defensores de Oviedo, Fermín Alonso Sádaba, resuelve señalando que ambas cosas «están unidas y conmemoran un hecho glorioso, una gesta del pueblo de Oviedo que se conoció en todo el mundo».

Ambos objetivos discurrieron por caminos no siempre coincidentes. La Hermandad de Defensores de Oviedo, según documentación de su archivo, inició una suscripción popular para sufragar el monumento que en 1957 contaba ya con un fondo de 400.000 pesetas, a las que el Ayuntamiento añadió un millón más, ofreciendo la Diputación Provincial igual cantidad. También se acordó convocar un concurso nacional entre arquitectos y escultores y crear una comisión especial, integrada por representantes de la Corporación y de la propia Hermandad, para redactar las bases del mismo. Por parte de la Hermandad fueron designados Paulino Vicente y Ruperto Caravia.

Ese mismo año se decidió que «para conmemorar la liberación de la ciudad por las heroicas Columnas Gallegas, figure en el monumento, como eterna muestra de gratitud a las fuerzas liberadoras, los escudos de las cuatro provincias de la región hermana». Galicia agradeció el gesto ofreciendo donar toda la piedra de granito, labrada ya en cantería, que fuese necesaria para la construcción del monumento.

Un año después, en 1958, el servicio municipal de Urbanismo estimaba conveniente denegar el permiso para erigir la iglesia en ese lugar: «Aparte de que en dicha plaza está previsto levantar el Monumento a los Caídos, es uno de los pocos espacios libres con que cuenta la ciudad y de momento debe mantenerse». La junta pro-iglesia argumentaba, por contra, que «las funciones de la misma realzarían el significado del monumento, pues el carácter religioso sería su mejor complemento».


Creación de la parroquia

La parroquia como tal, aún sin templo, se creó el 29 de marzo de 1959, recuerda su titular, Fernando Llenín, y se convirtió en una de las más extensas de la ciudad, llegando por el Suroeste hasta su filial del Cristo de las Cadenas. Su primer párroco, Óscar de la Roza, que tomó posesión de su cargo en agosto de 1961 aunque ya trabajaba en la zona desde unos años antes, fue uno de los más entusiastas promotores de la construcción del templo, para el que -en esa fecha- ya se pide abiertamente al Ayuntamiento la cesión de un terreno.

Finalmente, la Corporación que ya preside Valentín Masip pone el suelo a disposición de la Dirección General de Arquitectura del Ministerio de Vivienda, cuya intervención fue decisiva, puesto que acepta gestionar la construcción del monumento, de la iglesia y la urbanización de la plaza, mientras que el Ayuntamiento se hacía cargo de la urbanización de las calles laterales. El sucesor de Masip, Antonio Rico de Eguíbar, incluso concede, en agradecimiento, la distinción de hijo adoptivo de Oviedo al director general de Arquitectura, Miguel Ángel García-Lomas, a quien la Hermandad de Defensores nombra miembro de mérito.

La intervención de la Dirección General de Arquitectura venía a resolver una situación que había ocupado a muchos ovetenses en las dos últimas décadas. «Se cumplen todos los fines debidos: se construye el nuevo templo parroquial, sobre terrenos que no implican desembolso -lo cual es importante-se concatena ello con el monumento a la Gesta y se consigue que las condiciones de la plaza no desmerezcan. Un dato expresivo de esto último: desde la fachada de la iglesia en que irá el monumento hasta el extremo de la plaza, en el lindero con la avenida de Calvo Sotelo, mediarán setenta metros y medio», recoge LA NUEVA ESPAÑA el 22 de octubre de 1961, en una información que se ilustra con un plano de la plaza y un alzado del templo. La subasta de las obras se publica en el «Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo» el 31 de julio de 1962 y el 4 de agosto en el «Boletín Oficial del Estado». El presupuesto de contrata es de unos diez millones de pesetas, aunque la cantidad se superó.

El autor del conjunto fue el arquitecto ovetense afincado en Madrid Luis Prieto Bances. En el archivo de la parroquia de San Francisco de Asís se conservan unos magníficos planos originales del «Proyecto del templo parroquial de San Francisco de Asís y Monumento a los Caídos en Oviedo». El delineante fue Jesús Domínguez Santos. Prieto Bances plantea un edificio que los ovetenses pronto bautizaron como «la iglesia redonda» por la forma de la planta, con una superficie interior superior a los mil metros cuadrados y un exterior de presencia sólida y pétrea que le da el acabado en bloques de granito.
Una Piedad, luego un ángel
Curiosamente, en los bocetos originales, el monumento adosado a la fachada es una Piedad, que no llegó a ejecutarse. La pieza exterior fue encomendada al gran escultor castellano Fernando Cruz Solís, autor también de la enorme puerta de entrada a la basílica del Valle de los Caídos o de la imagen de Santa Teresa del convento de Ávila. En Oviedo, Cruz Solís resolvió el homenaje a la memoria de los caídos con un ángel con la palma del martirio en las manos.

A sus pies, en el zócalo del templo, unas letras de bronce componen la leyenda «Nolite timere eos qui occisum corpus animam autem non posunt occidere», «No temáis a los que, muerto el cuerpo, en cambio, no pueden matar el alma». Durante años, bordeó esa zona de la iglesia un estanque ya desaparecido, ante el que se colocó un bloque de granito en el que reposa el escudo de la ciudad sobre la Cruz Laureada de San Fernando -que se concedió colectivamente a Oviedo en 1937-, pieza que, vez suprimido el estanque, se colocó sobre el jardín a los pies del ángel.

A su lado aún hay otros dos bloques; uno de ellos, que señala «A la Gesta de Oviedo. 19 de julio al 17 de octubre 1936», es una reproducción, pues la piedra original se perdió durante las obras de remodelación realizadas en 1999, cuando junto a la construcción del Auditorio -levantado sobre los antiguos depósitos de agua- se decidió también remodelar la superficie de la plaza. La pieza se repuso a instancias de la Hermandad de Defensores y reposa junto a un bloque de granito donado por Galicia en recuerdo del suceso histórico.

La inauguración de las obras, el 17 de octubre de 1964, fue presidida por Carmen Polo de Franco, que llegó a Oviedo acompañada por los ministros de Gobernación y Vivienda y un largo séquito de autoridades civiles y militares, a las que se sumaron las de la capital del Principado en un periplo en el que también se inauguraron las de la plaza de la Liberación, División Azul y plaza de la Paz. Tras la misa de campaña, se celebró un desfile militar en el que participaron 5.000 hombres de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, Guardia Civil, Policía Armada y Milicias del Movimiento. Una agrupación de la base de Villanubla (Valladolid) realizó una exhibición aérea. El despliegue respondía también a la celebración de los «XXV Años de Paz».

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