Trece rosas
Hay que reconocer que la propaganda comunista, e izquierdista en general, es efectiva al máximo y que con gran habilidad han sabido elevar a la categoría de “luchadores por la libertad” o “mártires de la democracia” a toda suerte de chekistas, terroristas y abanderados del estalinismo. La Ley de Memoria Histórica ha institucionalizado como verdad absoluta mucha de esta propaganda, de tal modo que reescribir la historia es una labor sumamente fácil y además generosamente subvencionada.
Un hecho que nos llama poderosamente la atención es el sentimentalismo despertado por el fusilamiento en Agosto de 1939 de las llamadas “Trece rosas rojas”, trece mujeres algunas menores de edad (en aquel entonces la mayoría de edad eran los 23 años) militantes de las JSU comunistas, junto a otros 42 dirigentes varones de los que habitualmente no se dice nada.
Es interesante saber realmente qué es lo que pasó. Nada que ver con la película de Martínez Lazaro, como es natural.
Recién acabada la Guerra Civil y desde Alicante, donde se había quedado gran parte del aparato comunista esperando vanamente la llegada de buques soviéticos para rescatarles, se procede a la reorganización armada del Partido Comunista y sus células que iban a actuar como comandos para acciones de terrorismo y sabotaje en todo el territorio nacional. Los más significados fueron detenidos y llevados a Madrid por el capitán de Artillería del SIPM (Servicio de Información y Policía Militar) Manuel Gutiérrez Mellado, pero quedaron restos –no se produjo el tan proclamado exterminio- que no tenían hasta ese momento responsabilidad política ni criminal conocida. Y a Madrid llegaron desde Alicante José Pena, Severino Rodríguez, Federico Bascuñana y otros que, inmediatamente, se pusieron a trabajar armando a las células de las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas) de quienes había sido secretario Santiago Carrillo. Otro más joven y también desplazado a Madrid, Silesio Cavada Guisado, llamado El Pionero, fue encargado responsable de la rama militar.
Una de las acciones que más impacta en la opinión pública se produce el 29 de Julio de 1939, en que tres miembros de las JSU disfrazados con uniforme del ejército nacional, Damián García Mayoral, Saturnino Santamaría Linacero y Francisco Rivares Cosial, paran en la carretera de Extremadura, cerca de Oropesa, al automóvil en que viajan el comandante Isaac Gabaldón Irurzun, su hija Pilar –de 10 años de edad- y José Luis Díaz Madrigal, soldado conductor. Tras viajar un rato con ellos, los comunistas encañonaron, robaron y asesinaron a todos a sangre fría.
Inmediatamente se detiene y se fusila, tras consejo sumarísimo, a los tres asesinos de Gabaldón, pero a El Pionero, que también esperaba la ejecución, se le retira del pelotón en el último instante. Y se le entrega a Gutiérrez Mellado, que había llegado a toda prisa para llevárselo a la cárcel de Porlier. Allí le ofreció salvar la vida a cambio de información. Habló con él, escribió algo el joven comunista, pero de la conversación y de lo escrito nunca más se supo. Y se le fusiló de verdad un 15 de septiembre de 1939.
La red terrorista establecida en Madrid empieza a caer rápidamente. Las “Trece rosas” habían sido detenidas antes junto con muchos dirigentes masculinos de las JSU. La reorganización armada había sido inmediata al 1 de abril de 1939. Ya venía, alguna de ellas, de formar parte de los batallones comunistas que operaban en la sierra madrileña. Y tenían conocimiento de las armas, cuya consecución y custodia les fue encomendada. Hasta el punto de preparar un gran atentado para el día del primer desfile en la Castellana, en mayo de 1939 y un asalto a la sede de Falange en Chamartín. Ana López Gallego –una de las trece- “recibía las órdenes directamente del enlace del comité provincial, Manuel González Gutiérrez, siendo la tal Anita la encargada de organizar la rama femenina…”. Otro de los proyectos que tenían era el de no actuar en el desfile hasta después del mismo, ya que las tropas se encontrarían dispersas y ése sería el momento de actuar con bombas y mecha que tenía preparadas la rama femenina “por estimar que por su condición de mujeres les sería más fácil el transporte de explosivos”. Estos y otros objetivos son lo que constan en las propias declaraciones de las detenidas.
La Policía Militar ejerce un seguimiento de las células en el Madrid recién liberado, y aparece un esquema del Partido Comunista en el que figuran, en su Comité nacional, Carmen Barrero Aguado –otra rosa- y en el provincial Pilar Bueno Ibáñez –una rosa más-. Los documentos hablan de su infiltración en FET de las JONS con el ánimo de desarmar a las escuadras falangistas que colaboran con los servicios de seguridad y de la importancia en el organigrama de Joaquina López Laffite –más rosas-, “que fue la que al ser detenidos los dirigentes masculinos se hizo cargo de la Secretaría General de dicho Comité (provincial de las JSU).” A ello le ayudaban –dicen las declaraciones del 31 de mayo de 1939- “Virtudes González García –una rosa-, Nieves Torres, Mari Carmen Cuesta Rodríguez y Anita Vinuesa (estas tres últimas no fusiladas en aquel momento a pesar de su flagrante implicación política con fines terroristas)”. Los dirigentes se reunían en casa de Joaquina López Laffite, “que era una de las personas que gozaban de mayor confianza en el Comité. Dionisia Manzanero Salas –otra rosa- era el enlace del dirigente Bascuñana para estar en contacto con las diversas ramas de la organización
Otra declaración de un comunista de junio de 1939 dice textualmente que estaban preparados para el desfile de la Victoria de ese año y que “para ello contaban con elementos bastante fuertes incluso con chicas para el espionaje que se dedicaban a coger a falangistas, desarmarlos y hacerles decir cuanto supieran; también manifestó que contaban con ametralladoras para emplazarlas en las desembocaduras de las alcantarillas… y con gran número de pistolas”. Añadía que “procedentes de Valencia habían llegado bastantes coches, cuyos vehículos traían perfectamente escondidos fusiles ametralladores.”
Resulta espeluznante comprobar cómo estos comunistas utilizaban a auténticas criaturas de 15 a 17 años para fines de rebelión militar en un país que por primera vez en la Historia había ganado clamorosamente una guerra al comunismo soviético. Y que la estaba estrenando. Resulta pavoroso leer las declaraciones de esas niñas ante los Consejos de guerra, empujadas y engañadas hasta por sus propias familias para servir de enlaces, guardar armas o realizar misiones que por su edad y caras de ángel pudieran pasar inadvertidas.
¡Cómo pretenden anular los de la Memoria Histórica estos documentos esclarecedores, rigurosos, avalados por la investigación, la comprobación y la certificación de todas y cada una de las declaraciones!
¡Y cómo los hipócritas pueden condenar la pena de muerte si hasta en la propia Constitución elaborada por ellos en 1978 figura ésta para tiempo de guerra!
0 comentarios