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DEFENSORES DE OVIEDO

La población civil en el Cerco de Oviedo.

La población civil en el Cerco de Oviedo.

Al comenzar el Sitio de Oviedo, las tiendas y los almacenes tenían grandes existencias de legumbres, tocino, embutidos y latas de conservas. La carne tardó poco en desaparecer, así como las aves de corral y los huevos de gallina. Oviedo siempre fue una población que consumía leche producida principalmente en los alrededores de la ciudad. Esta es la razón por la que escaseó mucho desde el comienzo del cerco. Inmediatamente, su consumo como leche condensada se limitó a niños, enfermos y ancianos, previa receta médica. Desde el primer día, la población se quedó sin pescado fresco. Al final del asedio casi no quedaba nada de nada.

Los depósitos de agua más importantes quedaron fuera de las posiciones de defensa, por lo que el agua quedó cortada por los rojos al poco de comenzar el cerco. Sólo quedó disponible un depósito de escasa capacidad, más los pozos y manantiales particulares, no todos de agua potable, por lo que hubo de ser racionada, aconsejándose la necesidad de hervirla y airearla antes de ser consumida.

La energía eléctrica faltó cuando los rojos tomaron la centralita de El Fresno. La población civil hubo de recurrir a velas, candiles de carburo y lámparas de aceite. A veces, la oscuridad de la noche se disipaba con el resplandor de los incendios, como los de las calles Argañosa, Arzobispo Guisasola y Marqués de Gastañaga.

Al principio, la población contemplaba desde la calle las evoluciones de la aviación enemiga. Sin embargo, a medida que sus bombas iban causando víctimas, la gente empezó a resguardarse en los sótanos o en las partes bajas de los edificios de construcción aparentemente más robusta. Para que la población conociera inmediatamente la presencia de la aviación enemiga, se dispuso el día 6 de Agosto un servicio de observación en la catedral. En cuanto se detectaba la presencia de la aviación roja, se avisaba a la población mediante un largo repique de campanas de la catedral. Cuando la aviación se retira, el aviso consiste en varios repiques cortos y seguidos.

Cuando, además de los bombardeos aéreos, la artillería tomó como blanco las casas de la ciudad, las gentes terminaron por hacer su vida en los sótanos, evitando los pisos altos como más peligrosos. Sin embrago, en ocasiones, tanto proyectiles como bombas entraron en algunos de estos improvisados refugios, causando verdaderas carnicerías. Una de ellas penetró por el portal de la “Casa del Chorín”, situada en la esquina de las calles Caveda y Foncalada, llegando hasta el sótano que estaba abarrotado de personas y que, al explotar, causó una espantosa matanza. Aparecieron restos humanos sin saber a qué cuerpos pertenecían.

El día 8 de Septiembre, festividad de Nuestra Señora de Covadonga, los aviones rojos se turnaron de tal forma que en todo momento había alguno sobrevolando la ciudad. Hacen explosión las bombas en las calles céntricas y en los barrios, sin preferencias ni discriminaciones. Abren profundos cráteres, derrumban las techumbres de las casas, provocan incendios. Durante trece horas seguidas, sin tregua, sobrevolaron la ciudad ametrallando a la población civil.

Después de la tortura del día 8, el jueves día 10 la ciudad se vio sometida a la acción conjunta de aviación y artillería durante doce horas. La aviación arrojó más de 500 bombas, algunas de líquido inflamable, con lo que se produjeron varios incendios. Cuando al anochecer se interrumpe la sesión de vuelos, una muchedumbre, en la que abundan las mujeres, invadió las calles de Oviedo. Multitud de personas que salen de los sótanos y refugios y forman una impresionante manifestación. A la cabeza, la Banda del Regimiento del Milán, interpretando marchas militares. Suenan vivas a España y al Ejército.  Era la respuesta del Oviedo invencible al deseo del enemigo de poner pie en la ciudad.

Compañero inseparable de la guerra, la “peste” acudía puntual a la cita: la fiebre tifoidea, vulgarmente el tifus. Las aguas contaminadas de pozos y manantiales fueron vehículos portadores de los bacilos de Eberth. Los casos de tifus se prodigaron y las muertes iban en aumento.

Después de los bombardeos padecidos durante el mes de Septiembre, en el de Octubre se reproducen de forma intensiva.  El día 4, desde las cinco de la mañana hasta el anochecer, cayeron sobre Oviedo más de 1500 disparos de cañón, a la vez que cinco aviones efectuaron doce bombardeos. La población civil pasa todo el día recluída en los sótanos y refugios. Y así hasta el  día 17 de Octubre, fecha de la liberación.

El relato de las últimas jornadas de resistencia de Oviedo, constituye uno de los hechos más heroicos de la Guerra Civil, y puede considerarse, literalmente, como una de las más asombrosas páginas de la Historia Militar.

Tras la liberación, el asedio de Oviedo duró doce meses más, hasta el día 21 de Octubre de 1937. Durante quince meses Oviedo fue objeto de bombardeos contínuos de la aviación roja, batido por los cañones que no cesaban, día y noche, morteros que hostigaban las calles. Disparos que, desde las alturas que circundan Oviedo, enfilaban sus calles y plazas, apuntando a todo lo que se movía, sin respetar que fueran mujeres, niños o ancianos.

El Hospicio, el Hospital Provincial, las Hermanitas de los Pobres, fueron objeto de los más tremendos bombardeos. No hubo casa en Oviedo en la que la metralla no dejara su huella.

 

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