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DEFENSORES DE OVIEDO

Documental

 

Documental “Revolución de Octubre de 1934, Las Columnas Gallegas, defensa de Oviedo y toma de Gijón”, proyectado en el Auditorio de Oviedo durante los actos conmemorativos del 75º Aniversario de su Liberación.

Duración: 50 minutos.  

 Pedidos a la Hermandad: Tfno. 985 21 82 17 (Lunes a viernes de 17 a 20 horas).

 

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Reglamentación sobre refugios en el asedio de Oviedo

Reglamentación sobre refugios en el asedio de Oviedo

Oviedo, que fuera el centro de la revolución de 1934, desde febrero de 1936 se encontraba en un estado permanente de efervescencia revolucionaria, lo que hacía esperar pocas esperanzas a Mola que casi la consideraba perdida para el alzamiento.

Pero el coronel Antonio Aranda, jefe de la guarnición, había adquirido en Marruecos la reputación de ser uno de los estrategas más inteligentes del ejército, primero hizo toda clase de declaraciones de adhesión a la República ante el gobernador civil y los sindicatos, tranquilizándoles sobre sus intenciones. Pudo convencer a González Peña, que había dirigido el levantamiento asturiano de 1934, y Belarmino Tomás, el otro dirigente socialista de la provincia de que la situación no era tan grave como para requerir que se armara a los trabajadores.

Por lo tanto, dando por supuesto que Oviedo estaba segura, cuatro mil mineros salieron en tren para Madrid. Y, entonces, a las cinco de la tarde del 19 de julio, después de hablar con Mola por teléfono, Aranda, destituía al gobernador civil de Oviedo, ya desviado con aquella astucia el convoy minero a que ya nos hemos referido anteriormente. Los viajeros de ese tren no podrían ya regresar a Asturias durante el resto de la guerra civil y el coronel Aranda aprovecha el pequeño respiro para poner a punto el plan de defensa que tantas tardes había meditado desde que sucedió al general Eduardo López Ochoa, como jefe del Cuerpo de Ejército de Asturias, a fines de 1934. La provincia casi entera cayó inmediatamente en manos de los republicanos, con la excepción del cuartel de Simancas en Gijón, donde el coronel Pinilla se encerró con sus soldados dispuestos a la resistencia sin condiciones.

A las pocas horas de levantarse en armas el coronel Aranda, se encontró totalmente cercado en Oviedo por una legión de enemigos, entre los que destacaban millares de mineros, y un cinturón de piezas artilleras de todos los calibres procedentes de la fábrica de cañones de Trubia, en las afueras de la capital asturiana, que fue ocupada rápidamente por las milicias populares. Oviedo, así, quedó rodeado por un auténtico dogal de fuego sin la menor esperanza de poder quitárselo en mucho tiempo. Por ello la capital de Asturias tuvo que someterse a una vida de catacumbas. La, población civil tenía que permanecer muchas horas de cada día en sótanos y refugios subterráneos. Aranda organizó esta contingencia del modo que se expresa en la siguiente nota del jefe de la sublevación ovetense:

"En lo sucesivo, la distribución, acoplamiento y vigilancia de la población civil por los diferentes sótanos y refugios, se considerará como un servicio público más.

"Para el buen funcionamiento de este servicio se tendrán en cuenta las siguientes prevenciones:

1.º Se recuerda a todos los vecinos de Oviedo el cumplimiento exacto del artículo 7.º del bando de declaración del estado de guerra, teniendo además en cuenta que deben estar abiertas de día y noche todas las puertas que conduzcan a sótanos o refugios.

2.º Todos los propietarios, administradores, directores, etc., de los edificios de esta ciudad, colocarán en sitio bien visible letreros indicando la dirección a seguir para caso de alarma, hasta la entrada de los refugios. Estos letreros se pondrán en la puerta de entrada de la casa hasta la del refugio, indicando con flechas la dirección de éste. El letrero de entrada tendrá una dimensión por lo menos de 30 por 40 cm., diciendo Refugio, y en él se indicará además, el número de metros cuadrados de que dispone el refugio de superficie, que será aproximadamente el número de personas que podrá caber en cada uno de ellos.

3.º Queda prohibido el hacer comidas, comer, beber, fumar, introducir animales, arrojar inmundicias y hacer necesidades en los refugios que no estén especialmente acondicionados para ello.

4.º La estancia en estos refugios se limitará exclusivamente al tiempo preciso en que se esté en peligro, y únicamente en las casas particulares, con refugios bien acondicionados, se podrá estar más tiempo, sin perjuicio de que la Inspección Municipal, o simplemente la autoridad militar (el subdelegado de los servicios municipales) giren las visitas convenientes y propongan las medidas a tomar.

5.º Se prohíbe también la estancia e los refugios de enfermos infecciosos, así como de camas y demás enseres que impidan el que pueda refugiarse en ellos la mayor cantidad de gente posible. Caso de tener los refugios alguna habitación especial para enfermos, podrán éstos estar en ellas; pero se impedirá si tales habitaciones no existen, y aún existiendo, el que éstos puedan ser causa de acaparamiento de sitio, que pudiera servir para otras personas en peligro.

6.º Todos los acaparamientos de lugares que puedan servir para refugios o la ocultación de éstos, serán castigados inmediatamente por las autoridades militares.

7.º Para que no haya lugar a dudas sobre el artículo anterior, en los diferentes refugios no habrá ninguna habitación cerrada.

8.º Se exceptúan de los artículos anteriores los bancos, almacenes, depósitos, entidades, casas, habitaciones, etc., que por su índole particular les sea imposible el traslado de todos los elementos, teniendo que refugiarlos, por lo tanto. Dentro de esta clase de refugios, se procurará aislar estos elementos del público; pero si no fuera posible por completo, se prohibirá terminantemente el que se toque ninguno de los objetos, pidiendo, para este objeto, los directores o dueños de los establecimientos a las autoridades los elementos precisos para la vigilancia necesaria.

9.º Todos los refugios han de tener un sistema de iluminación, que se procurará que sea eléctrico; caso de no ser posible eléctrico, se tendrá mucho cuidado con los sitios en que se colocan y cómo se colocan estos elementos de iluminación, para suprimir por completo el peligro de fuego. Los dueños, administradores o directores, etc., de los refugios serán los encargados de esta iluminación.

10.º En todos los refugios donde quepan más de 50 personas ha de haber la suficiente ventilación e higiene, para lo cual convendrá que no se tapen por completo todos los huecos del refugio, pues esto no es necesario, sino que se cubran con sacos terreros en forma de visera y otros sacos un poco más lejos, en forma de barrera. Todos los días en estos refugios para más de 50 personas se hará una desinfección con zotal o cualquier otro desinfectante, siendo la hora más apropiada para esto las ocho de la noche, hora en que ya no debe haber nadie en los sótanos o refugios. Esta desinfectación se hará por los dueños, siempre que sea posible, sin perjuicio de la vigilancia por parte de la Inspección de Sanidad.

11.º Las personas que, a causa del bombardeo, queden sin vivienda y enseres, se les procurará alojamiento en casas deshabitadas, no permitiéndose a estas personas que por esta causa, por lo tanto, permanezcan constantemente refugiadas en los sótanos.

12.º Todas las personas que transiten por la calle, en cuanto se dé la señal de alarma, Penetrarán en los refugios más próximos; pero los vecinos de cada barrio, calle o sector que no estén transitados se meterán precisamente en los refugios más próximos a ese barrio, calle o sector, siempre que ofrezcan la suficiente resistencia.

13.º Se nombrará una Inspección, compuesta por el ingeniero municipal, el arquitecto provincial, un médico y el capitán subdelegado de los servicios municipales, que inspeccionará constantemente estos refugios, proponiendo las medidas que crean convenientes porque la práctica las haya sancionado. Esta Comisión verá las necesidades más urgentes de sanidad, higiene y vigilancia que, además de las expuestas, puedan presentarse."

Los días en que un niño se convirtió en soldado

Los días en que un niño se convirtió en soldado

 
Fermín Alonso Sádaba vivió una de las peores experiencias por las que puede pasar un niño: la guerra. Era el 19 de julio de 1936 y el por entonces coronel Antonio Aranda, comandante militar de Asturias, acababa de unirse a los generales sublevados Francisco Franco y Emilio Mola. Con tan sólo 13 años de edad se presentó Alonso en la Casa del Pueblo de Oviedo, en la calle Asturias, tomada desde el día 20 por miembros de Falange Española.
Allí se congregó el grueso de los voluntarios para defender Oviedo y entre los más jóvenes se llevaron a cabo unos improvisados exámenes de aptitud militar para formar la Falange de Enlaces, un grupo de unos 50 chavales de entre 13 y 15 años que se encargarían de transmitir partes, telegramas e informes entre las distintas posiciones defensivas de la capital.
 
Fermín Alonso Sádaba, nacido en Menorca en 1923, destacó entre sus compañeros y optó a uno de los puestos de mando de la sección de enlaces. Su padre, militar de profesión, le había aleccionado ya en varias ocasiones desde que se trasladaran a vivir a Oviedo con toda su familia, nueve hermanos en total. Así, jugó y creció en las callejuelas de la capital asturiana, concretamente en los alrededores de la fábrica de armas de La Vega, donde residía.
 
Hijo de padres católicos, creyentes y practicantes, acudía todos los domingos a la iglesia de Santa María la Real de la Corte, donde también atendía el catecismo al salir de la escuela del Fontán. Allí, junto con otros niños de su edad, se alistó en las Juventudes Católicas. «Cuando terminó la Revolución de 1934, descubrí que habían asesinado al párroco de la Corte», recuerda. «Desde aquel momento, comenzó una persecución contra la iglesia, nos pegaban si nos veían solos por la calle. Yo, por suerte, corría mucho», asegura.
 
Alonso hace referencia a las numerosas veces que tuvo que escapar de ’los pioneros’: «No sé si eran socialistas o comunistas, pero tendrían nuestra edad -11 años- o un poco más». Un episodio que marcó sus posteriores decisiones fue «la paliza que le dieron a un amigo mío en el portal de mi casa, cuando me esperaba para ir a ver la escuela de artes y oficios». «Se metían con nosotros por ser católicos», relata aún indignado.
 
Con todo, la vida seguía, pero la tensión, a medida que transcurrían los meses, iba en aumento. En julio de 1936 «los asesinatos de Calvo Sotelo y el doctor Alfredo Martínez daban la impresión de que la situación era insostenible». En efecto, en julio de 1936 se sucedieron momentos de gran incertidumbre en la política y sociedad españolas. Los asesinatos y consiguientes venganzas entre partidarios del Frente Popular y sus detractores actuaron como detonantes de un golpe de Estado que ciertos militares llevaban tiempo preparando.
 
El coronel Aranda se aprestó a reforzar las posiciones alrededor de Oviedo mientras las milicias obreras asediaban el cuartel de Simancas, en Gijón. Así, cuando las tropas republicanas se propusieron tomar la capital, en agosto de 1936, se encontraron con unos emplazamientos fuertemente defendidos.
En ese momento entró en acción el joven Fermín Alonso, llevando partes y mensajes entre diferentes lugares de la ciudad.
 
«En octubre, después de tres meses de asedio, ya escaseaba mucha gente, sólo quedaban mayores y jóvenes». Por ello, tuvo que ocupar un puesto en primera línea. «Estuve en el batallón de Ladreda, que defendía las escuelas del Postigo» con todo el coraje que puede tener un niño de 13 años. «Sabíamos que si entraban nos iban a matar», asegura. Pero el 17 de octubre, los sitiados divisaron en el monte Naranco los uniformes de los regulares del Ejército, que junto a las columnas gallegas, venían a socorrer a los sublevados ovetenses. «Sentí una emoción que no se puede describir, ya estábamos dispuestos a morir y nos liberaron», confiesa.
 
Aunque lo peor no había pasado. El 21 de febrero de 1937, ocho meses antes de la caída de Gijón y el final del frente Norte se produjo «el mayor ataque contra Oviedo». «El día 23, viendo que no podían entrar, bombardearon el hospital», recuerda con precisión ya que tuvo que ir a llevar un mensaje a la zona. «Aquello fue un infierno, por mucho que diga, es poco». Se quedó a ayudar a evacuar a los heridos junto con médicos y enfermeras y al llegar a casa, ensangrentado, su madre se llevó las manos a la cabeza y le preguntó si estaba herido. «Cuando le conté lo que había pasado me abrazó, me dio un beso y no dijo nada más. Aquel beso todavía lo llevo en el corazón», afirma.
 
Aquellos días en los que un niño se convirtió en soldado le marcaron profundamente. «Lo más horrible que hay es una guerra civil, ahí perdimos todos», sostiene. Sin embargo, la vida siguió su curso, inexorable. Y Fermín Alonso, antiguo administrador de la ciudad sanitaria de la capital del Principado, preside hoy la Hermandad de Defensores de Oviedo.
 
Diario El Comercio  17/07/2011

El recuerdo de los defensores

El recuerdo de los defensores

 

La Hermandad de Defensores de Oviedo celebró el 75.º aniversario del fin del cerco a la ciudad con una misa en la iglesia de San Francisco de Asís, situada en la plaza de la Gesta, y con la colocación de una corona de laurel en el monumento levantado en recuerdo de los caídos en el sitio de la capital asturiana. Antes del acto religioso depositaron otra corona en el monumento a Franco situado entre la plaza de España y la calle Santa Susana.

«La muerte no es el final», un himno religioso compuesto por el sacerdote vasco Cesáreo Gabaráin Azurmendi, que es entonado en las Fuerzas Armadas de España en homenaje a los que han caído prestando su servicio militar a la nación, marcó el final de la misa, poco después de que el sacerdote dejara el altar. La iglesia estaba llena.

Ya en la plaza, medio centenar de personas se congregó frente al monumento que recuerda a los defensores de Oviedo mientras un gaitero tocaba el himno nacional.

Después, el coronel Joaquín Milans del Bosch leyó una oración por los caídos en la defensa de Oviedo. «Este año para nosotros es muy especial porque conmemoramos el setenta y cinco aniversario de la liberación de Oviedo», recordó Fermín Sábada. «De tres mil doscientos hombres sólo quedábamos cuatrocientos que esperábamos morir por España, hasta que vimos aparecer por el Naranco a los Regulares», rememoró con emoción el defensor.

Diario La nueva España (18/10/2011)

17 de octubre, Liberación de Oviedo

17 de octubre, Liberación de Oviedo

 

Como todos los años, la Hermandad de Defensores hizo el reparto del tradicional bollu y botella de vino entre todos sus socios, conmemorando el aniversario de la liberación de la ciudad.

El terrible desenlace del cerco de Oviedo

El terrible desenlace del cerco de Oviedo

 

Por Javier NEIRA

A las cinco de la madrugada del 4 de octubre de 1936, exactamente dos años después del inicio de la Revolución de Asturias, las baterías artilleras dispuestas en las posiciones republicanas que cercaban Oviedo iniciaron un fuego graneado, de gran intensidad, sobre la ciudad, maltrecha por dos meses largos de asedio.

Óscar Pérez Solís, militar, socialista y después falangista, en su detallado relato de aquellos sucesos dejó escrito: «Era como para quedarse sordo con el estruendo infernal de aquella batallla. En cuanto a ruido no estaba mal el primer número de los festejos organizados por el enemigo para conmemorar Octubre del 34». La segunda vuelta de la Revolución tenía fuerte carga simbólica y al mismo tiempo terriblemente real: Oviedo debe caer de una vez. Alrededor de 8.000 milicianos se lanzan sobre la ciudad.

Tres días después de iniciarse la ofensiva que se prometía final, el coronel Antonio Aranda, jefe de los sublevados -y sitiados- en Oviedo, anotaba «el enemigo concentra su esfuerzo sobre la posición del Canto», una pequeña loma frente al actual colegio de las Ursulinas, «guarnecida por cien guardias civiles y una compañía de infantería. Todo el día se combate duramente, lográndose conservar la posición a costa de noventa y seis bajas que son repuestas durante la noche con elementos heterogéneos extraídos de los servicios auxiliares». El panorama es dantesco, ya que «el continuo bombardeo de aviación y artillería ha destrozado todas las transmisiones y conducción de energía eléctrica, luz y agua. La población civil está recluida en los sótanos con difícil alimentación y gran número de enfermos». El tifus, contraído masivamente al beber inevitablemente agua contaminada, causa centenares de muertos entre la población civil.

En esos días de octubre, Aranda en realidad era ya general, el ascenso se produce al poco de iniciarse la guerra. Desde un avión le lanzan el fajín y los estrellas propias de su nuevo empleo y mando. Con ese refrendo moral de sus superiores dirige la defensa, casi inverosímil, de la capital.

El asalto definitivo a Oviedo se decide casa por casa. La situación de los sitiados es insostenible. Se lucha en el Campillín, en la plaza de América, en las inmediaciones del Hospital -situado en lo que hoy es la plaza de España- y en perímetros a veces no muy bien definidos y aún más cercanos al corazón de la ciudad.

Aranda considera que «la resistencia se hace imposible abarcando todo el perímetro» y por eso «prepara la retirada hacia los reductos interiores, especialmente el formado por la Fábrica de Armas, Cuartel de Pelayo y Cuartel de la Guardia Civil con la loma de Pando que los domina». Además, «las municiones se han reducido a sesenta mil cartuchos. Quedan útiles quinientos hombres, contando los convalecientes enfermos y heridos leves, más una cifra aproximada de doscientos a trescientos paisanos, distribuidos en cinco reductos». La proporción entre sitiadores y sitiados es, pues, de diez a uno.

Las tropas sublevadas en Galicia que habían iniciado en los últimos días de julio su avance desde el Eo hacia el centro de Asturias fuerzan su presión y la toma sucesiva de posiciones para llegar sin más dilación a Oviedo porque si no lo hacen casi de forma inmediata ya todo será inútil. Desde Grado a las puertas de la capital asturiana sufren 1.600 bajas, una cifra altísima que da idea de la enorme dureza de los combates.

El historiador Martínez Bande señala que el día 16 de octubre las columnas gallegas avanzan más allá de la toda prudencia y «el campo entre Soto y Escamplero aparece sembrado de cadáveres. Las fuerzas del Tercio, totalmente diezmadas, han de ser retiradas del campo de batalla».

En la madrugada del día 17, que finalmente sería la jornada decisiva, el comandante Gallego, al frente de las unidades que tenía a su mando, atraviesa el río Nora por Quintas y «después de unas cuatro horas de ascensión peligrosísima fueron coronadas las alturas de las Calellinas, La Roza, Alto de la Vara y Pico del Paisano sin encontrar enemigo. Coronada la cima del Naranco quedaba ya expedito el camino hacia Oviedo». Desde la ciudad divisan a las tropas de los Regulares en la cumbre del Naranco, en el Pico del Paisano. Después y durante décadas, en la conocida como loma de la Miliciana, un monolito con la media luna musulmana recordó ese hecho histórico.

Aún en esas circunstancias dramáticas la voz se corrió muy rápido por la ciudad: las columnas gallegas estaban entrando en Oviedo. El jefe de las fuerzas que habían partido desde el extremo occidental de Asturias casi dos meses antes era el coronel Pablo Martín Alonso, que llegaría a ser ministro del Ejército. El oficial que al mando de las tropas rompió el cerco fue el teniente coronel Jesús Teijeiro, fallecido a finales del mes siguiente, víctima de una bomba que lo alcanzó cuando iba andando por la calle Uría.
A las seis y media de la tarde, la avanzadilla de las columnas gallegas llega a un parapeto de la calle Independencia. Los soldados se funden en un abrazo con los sitiados. El cerco está roto.

El encuentro de los mandos, el 18 de octubre, se produjo precisamente en la calle Uría, la misma que dos años antes habían fijado los revolucionarios como meta de su asalto a la ciudad: tomar café en Peñalba. Desde la estación del Norte, avanzaron Martín Alonso y sus colaboradores y en sentido contrario Aranda y los suyos les salieron al encuentro, en un momento de calma dentro del incesante bombardeo y tiroteo que batía la ciudad. Martín Alonso cumplió con la etiqueta militar: «A tus órdenes, mi general, sin novedad en las columnas gallegas». Los dos soldados se abrazaron.

Diario La Nueva España (16/10/2011)

Pregón 75º aniversario de la Liberación de Oviedo

Pregón 75º aniversario de la Liberación de Oviedo

 

El catedrático jubilado da el pregón conmemorativo del 75.º aniversario de la entrada en Oviedo de los nacionales.

«Para los que vivimos la guerra esta crisis es una liviana estrechez. Hay que poner la misma voluntad que los que nos precedieron». Ésta es una de las reflexiones realizada ayer por José María Casielles Aguadé, catedrático jubilado, químico y farmacéutico, durante el pregón conmemorativo del 75.º aniversario de la entrada en Oviedo de las tropas nacionales el 17 de octubre de 1937, que organiza la Hermandad de Defensores, presidida por Fermín Alonso Sádaba.

Casielles hizo un repaso a través de fotografías y planos de cómo se había planeado, desarrollado y finalizado el cerco a Oviedo durante los primeros meses de la Guerra Civil. Además, hizo llamamiento al hermanamiento entre ambos bandos: «Setenta y cinco años después hay que contemplar lo que sucedió sin rencor y con caridad fraterna porque todos éramos y somos españoles». De todas formas, Casielles aclaró que «la memoria histórica no puede ser hemipléjica» ya que en Oviedo las tropas republicanas cometieron «asesinatos execrables» y puso como ejemplo los fusilamientos de religiosos o la voladura de edificios emblemáticos de la ciudad.

Tirando de historia, Casielles llegó a afirmar que el alzamiento del 18 de julio de 1936 «no era difícil de prever ya que los desmanes en toda España eran evidentes». El pregonero destacó a su vez el papel jugado por el coronel Aranda en la organización de la defensa de Oviedo y cómo lo hizo con antelación porque «sabía la que se venía encima».

Diario La Nueva España (14/10/2011)

 

Programa de actos 75º Aniversario de la Liberación de Oviedo

Programa de actos 75º Aniversario de la Liberación de Oviedo

Día 13 de Octubre (Jueves)

A las 20,00 horas, PREGÓN conmemorativo del LXXV aniversario de la Liberación de Oviedo por las Fuerzas Nacionales en el Club de Prensa Asturiana (diario La Nueva España), calle Calvo Sotelo número 7 de Oviedo, por el Ilmo. Sr. D. JOSÉ Mª CASIELLES AGUDÉ, Catedrático Jubilado.

Día 14 de Octubre (Viernes)

A las 19,3O horas, Proyección del Documental “Revolución de Octubre de 1934, Las Columnas Gallegas, Oviedo y toma de Gijón”, en el Auditorio “Príncipe Felipe”, plaza de la Gesta de Oviedo.

Día 15 de Octubre (Sábado)

A las 17,00 horas, colocación de coronas de laurel ante el Monumento al Teniente Coronel Teijeiro, plaza de la Liberación y ante el Panteón a los Caídos en la Defensa de Oviedo, cementerio de El Salvador.

Día 16 de Octubre (Domingo)

A las 14,30 horas, COMIDA DE HERMANDAD, en el Hotel Principado de Oviedo, calle de San Francisco, teléfono 985 21 77 92.

A esta comida podrán asistir todos los afiliados de la Hermandad que así lo deseen, familiares y simpatizantes. Para ello deberán de retirar, antes de las 20 horas del día 15, la tarjeta invitación en el mismo Hotel, o en las oficinas de la Hermandad, calle Argüelles, 2-1.° A, teléfono 985 21 82 17, de 17 a 20 horas.

A la terminación de la comida se hará entrega del DIPLOMA DE HONOR DE LA HERMANDAD a la Excma. Sra. Doña PAULINA GÓMEZ LACACETTE.

Día 17 de Octubre (Lunes)

De 10,00 a 14,00 horas, reparto del “Bollu y vino” en los locales de la Hermandad, calle Argüelles, 2 - 1.°A de Oviedo.

A las 19,00 horas, colocación de coronas de laurel ante el monumento a FRANCISCO FRANCO, CAUDILLO DE ESPAÑA, en la plaza de España de Oviedo.

A las 19,30 horas, MISA SOLEMNE en el Templo del Cristo de la Paz, Parroquia de San Francisco de Asís, plaza de la Gesta de Oviedo, por todos los CAÍDOS POR DIOS Y POR ESPAÑA, y miembros de la Hermandad fallecidos en el año.

A su terminación HOMENAJE A LOS DEFENSORES DE OVIEDO, ante su Monumento en la Plaza de la Gesta de Oviedo.

Este día, tanto la comida como la cena, serán gratuitas para todas aquellas personas necesitadas que acudan a la Cocina Económica de Oviedo. Su importe será abonado por la Hermandad.

Con lo que se darán por finalizados los actos conmemorativos del LXXV aniversario de la Liberación de Oviedo.