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DEFENSORES DE OVIEDO

La loma del Canto y el Comandante Vallespín

La loma del Canto y el Comandante Vallespín

 

Una de las muchas posiciones en que se batieron con increíble heroísmo los defensores de Oviedo, fue sin duda, la Loma de Canto, situada a la ladera de la cordillera del Naranco, cerca de la Iglesia de San Pedro de los Arcos. El Capitán Rivera hace entrega del mando de la posición al Comandante Vallespín.

-Esta es la situación, mi Comandante, la clave de la posición es el caserío de Los Solises. Ha perdido casi toda su guarnición, últimamente se ha reforzado con los serenos y algunos guardias municipales de la ciudad.

Sonríe Vallespín y comenta: ¡Buen refuerzo! Con tal de que se batan bien.

-¿Me necesita, mi Comandante?

-No, vaya usted a reunirse con el General, y le felicito. Durante las horas que ha tenido usted el mando, ha actuado con gran acierto.

-Gracias, mi Comandante.

Los voluntarios que defienden con ahínco la posición, comentan entre ellos. Han matado al Teniente Coronel y el Comandante Caballero ha caído herido de mucha gravedad. También mataron al Teniente Sánchez y al Sargento Navarro de la 42.° de Asalto, y tantos y tantos otros. De aquí no sale nadie más que  con los pies por delante, como en Simancas;  moriremos todos, heroicamente, eso sí, en un derroche de heroísmo inútil. Yo...

Seca, enérgica, suena cerca de ellos la voz del Comandante Vallespín que dice:

-El heroísmo nunca es inútil.

Todos ellos vuelven la cabeza y ven al Comandante, las balas pasan por encima de ellos silbando, trágicamente.

El Comandante pregunta:

-¿Son ustedes voluntarios?

-Sí, mi Comandante y se ponen todos de pie.

El Comandante les indica:

-¡Todos a cubierto!, y agrega:

Ningún heroísmo es inútil, aunque lo diga Prieto. Por decirlo y por pensarlo perderán la guerra. E1 heroísmo del Simancas no fue inútil, gracias a él, el cerco fue menos duro para nosotros, retuvieron a muchos miles de hombres que se cebaban en Simancas porque lo creían presa fácil. Nuestro heroísmo no es inútil. Alrededor de Oviedo, cercándonos, hay en este momento más de veinte mil hombres, están aquí por nosotros, porque nosotros resistimos y gracias a ello el Alzamiento marcha hacia la victoria. Gracias a Simancas y gracias a nosotros todo ese alud de hierro no ha caído sobre poblaciones indefensas. Además, Simancas al morir nos lego un ejemplo y la muerte no es nunca inútil cuando sirve de ejemplo a los que vienen detrás. ¿Me comprende usted?

-Si, mi Comandante.

-Nada es inútil, ni siquiera estos momentos en que todos nos exponemos inútilmente a las balas enemigas. Dicen que la letra con sangre entra. Las definiciones de heroísmo deben darse siempre entre el silbido de las balas, y ahora, ¡póngase a cubierto!

Un voluntario andaluz comenta:

-Vaya tío explicándose, y ole por los hombres con... rasonesl

Ya anochecido, en las afueras de Oviedo, camino de la Loma de Canto, el Capitán Solís da sus instrucciones al Teniente Mayoral, mientras se oye rabioso el fragor del combate. La claridad de las explosiones hace que, en algunos momentos se distingan claramente el rostro de los dos hombres.

-Las instrucciones del Estado Mayor son de que tú, con tu sección, vayas a Los Solises. Se ignora si el enemigo ha ocupado la posición, caso de que sea nuestra debes reforzarla, Si no, intentar apoderarte de ella. El General Aranda te ha designado a tí y las instrucciones del Estado Mayor son que procedas según tu criterio. Esto te prueba lo que confían en tí.

-Pueden hacerlo, saluda militarmente el Teniente Mayoral y el Capitán le estrecha la mano y le dice:

-Suerte, muchacho.

-Adiós, mi Capitán.

-Adiós no, hasta la vista.

Me parece que esta vez será "adiós" mi Capitán... Y volviéndose a la tropa grita: ¡Sección... firmes! De frente, paso de maniobras, ¡ar!

La sección se aleja y el Capitán Solís le ve perderse entre la niebla y la noche.

En los parapetos de la Loma de Canto se rechaza un ataque feroz. El resplandor de un incendio a la izquierda, ilumina la posición. Los rojos, adueñados de Los Solises, han incendiado un seto y llega hasta la Loma de Canto. Dos ametralladoras enemigas barren la posición, caen bastantes hombres. A la luz de las llamas se ve la figura del Comandante Vallespín que avanza hacia la izquierda gritando:

¡Los Solises son suyos! Vamos, muchachos, desplegad a la izquierda, hay que hacer un martillo, una ametralladora, ¡pronto!

Con prisa febril, dos hombres giran el emplazamiento de una ametralladora, cae uno de ellos, el Comandante coge la ametralladora y la emplaza de cara a las llamas. Su figura está iluminada como si fuera de día. Cae el otro sirviente de la ametralladora. El Comandante se sienta en ella gritando:

¡Pronto, un proveedor!

De un salto un voluntario se ha colocado a su lado y tomando la caja de peines, empieza a proveer la ametralladora.

El Comandante, tranquilamente, hace fuego por ráfagas contra la posición enemiga; al terminar el peine pide otro y en aquel momento ve que meten otro peine en la ametralladora y mientras hace fuego dice:

Bien, muchachos, resultó la lección.

Apenas terminó de decirlo, rueda por el suelo muerto. El proveedor coge el cuerpo del Comandante y de un rápido tirón lo pone a un lado, después se sienta en la ametralladora y sigue haciendo fuego.

Viendo el cuerpo inerte, en los oídos de los voluntarios martilleaban las palabras del Comandante Vallespín:

“La muerte no es inútil cuando lega un ejemplo a los que vienen detrás...”.

Comprendían que su suerte y sus palabras eran un ejemplo y que cambiarían el rumbo de la vida.

 

 

 

El PSOE asturiano, a la carga contra Franco

El PSOE asturiano, a la carga contra Franco

 

En el ayuntamiento de Oviedo el grupo municipal socialista el cual se encuentra en minoría, solicitará al equipo de gobierno del Partido Popular la retirada de un medallón alegórico a Francisco Franco situado en la Plaza de España. Dicho medallón fue levantado por la Hermandad de Defensores de Oviedo mediante suscripción popular en la época en que fue alcalde de la ciudad Félix Serrano.

Los socialistas se basan en la Ley de Memoria Histórica para solicitar su retirada, y más aún en una decisión acordada por el ayuntamiento en al año 2008, bajo mayoría absoluta del Partido Popular, siendo su regidor Gabino de Lorenzo. Frente a ello la única institución que se posiciona es de nuevo la Hermandad de Defensores de Oviedo, presidida por Fermín Alonso Sádaba, indicando al efecto su desacuerdo con tal petición e incidiendo en la importancia del medallón ya que recuerda el presidente de la hermandad defensora “se trata de una obra de Juan de Avalos con un gran valor”. Así mismo añade “al tratarse de un monumento realizado por suscripción popular nada tiene que ver la ley de memoria histórica en su retirada”.

Sin lugar a dudas estamos ante un atropello más, fruto de la sin razón existente en nuestra nación desde hace ya algún tiempo. En el caso que nos ocupa, no podemos olvidar quien gobierna el ayuntamiento ovetense, no es otro que el Partido Popular, siendo su regidor Agustín Iglesias Caunedo, con lo que veremos si su actuación es acorde a lo que Francisco Franco realizo en Asturias durante sus casi cuarenta años de gobierno o más bien se pliega a los intereses socialistas.

alertadigital.com (28/02/2012)

Breve historia del cerco de Oviedo para escolares.

Breve historia del cerco de Oviedo para escolares.

El día 17 de julio de 1936, por la noche, se tuvieron las primeras noticias del Alzamiento en Marruecos. El Ejército de África, harto ya de aguantar tanta ignominia, se ha sublevado. No hay noticias concretas. La situación es grave, gravísima.

Como reacción inmediata, se ordena la concentración del Frente Popular en Oviedo, acordándose además la declaración de una huelga general para el día siguiente.

El día 18, y en las primeras horas de la mañana, el Coronel Aranda, Comandante Militar de la provincia, ordena la concentración de las Compañías de la Guardia Civil sobre sus cabeceras, y su inmediata marcha hacia Oviedo.

Este mismo día las calles y plazas de la Ciudad están llenas de milicianos. Casi todos visten de mono y llevan anudados al cuello pañuelos rojos.

Muchos van armados con pistolas y fusiles, armas escondidas en la Revolución de Octubre de 1934.

El Gobernador Civil comunicó al Coronel Aranda la formación de una fuerza que debería marchar sobre Madrid. El Coronel pensó que en aquellas críticas circunstancias, el enviar parte del enemigo hacia territorios alejados, le beneficiaría considerablemente, dio pues su parecer favorable.

Pero esto no bastaba ya que, además, se le pedía proceder a la distribución de armas sobre los milicianos. El Coronel Aranda se excusó alegando que él no tenía órdenes del Gobierno.

La estación del Norte de Oviedo está completamente atestada de mineros y milicianos armados que llenan totalmente los andenes, y un tren está a punto de partir. Se pone en marcha y se despide con un bosque de puños en alto y a los sones de "La Internacional", entre los que se mezclan las voces de: ¡Dinamita!, ¡Abrasadlo todo!, ¡Muerte a los burgueses!, ¡Rusia sí!, ¡España no!.

El día 19, la inquietud es general y aumenta por momentos. El Coronel Aranda es llamado nuevamente al Gobierno Civil y le apremian a entregar amas, Aranda vuelve a insistir que necesita orden del Gobierno, del Ministerio de la Guerra.

Llega la orden y el Coronel dice que está en regla y que va a dar las órdenes oportunas.

Llega a la Comandancia Militar y ordena: "Vámonos señores al Cuartel de Pelayo".

En la Sala de Banderas, junto al Jefe del Regimiento, Coronel Recas, están reunidos jefes y oficiales de todas las armas y de la Guardia Civil.

Entra el Coronel Aranda y dice: "Juzgo innecesario el decir a ustedes la gravedad del presente momento. En nuestros depósitos de armamento hay en la actualidad diez mil fusiles, cuatrocientas ametralladoras, dos mil granadas de mano y más de dos millones de cartuchos. Me he negado rotundamente entregar a las milicias del Frente Popular sin orden expresa del Ministerio de la Guerra. Acabo de recibir la orden telegráficamente que dice: "De orden del excelentísimo señor Ministro de la Guerra, se servirá usía entregar inmediatamente todo el armamento que dispone al Excelentísimo Gobernador Civil de la provincia para que proceda al armamento de las milicias populares".

Yo, al pie de la orden he añadido una nota que dice: "Se acata pero no se cumple por ser contraria al honor del Ejército y al interés de la Patria".

Continúa el Coronel: "Hay que reducir todo foco de resistencia en el interior de la Ciudad. Barrer a los milicianos será fácil, pero la Guardia de Asalto se batirá bien. ¡Lo siento!, es gente buena pero casi la totalidad de sus mandos son rojos, habrá que reducirlos".

Un comandante se adelanta y dice: "Perdón, mi Coronel, el Comandante Caballero se encuentra en Oviedo. Él mandó el 10º Grupo de Asalto tiene gran prestigio y los guardias lo adoran". El rostro del Coronel refleja vivo interés: ¿Saben ustedes dónde se encuentra?. El Teniente Cabezas, que sirvió a sus órdenes en Asalto, y está aquí, lo sabe. ¡Teniente Cabezas!. A las órdenes de usía, mi Coronel.

Tome usted un coche ligero y cuatro guardias civiles como escolta y vaya a buscar al Comandante Caballero.

Sale el Teniente Cabezas y se detiene en una casa de la calle Marqués de Teverga. Al poco tiempo sale junto al Comandante Caballero.

Ante el despacho del Coronel Aranda, el Comandante Caballero pregunta: "¿Da usted su permiso?". "Pase", contesta el Coronel que estrecha la mano del Comandante. Después le dice: "La Guarnición de Oviedo se ha unido al Alzamiento Nacional. No necesito preguntarle si está usted con nosotros".

"Yo siempre al servicio de España, mi Coronel".

Lo sé, afirma el Coronel, y sigue hablando: Únicamente no se ha unido al Movimiento las tres compañías de Asalto. Quiero evitar una lucha inútil, pero sus mandos son casi todos rojos; por eso le he llamado.

Voy al Cuartel de Santa Clara, dice el Comandante Caballero, y antes de una hora, si no he muerto, la Guardia de Asalto estará al servicio de España. Eso esperaba.

¿Qué necesita para ello?. Algunos números de la Guardia Civil.

Se estrechan la mano y el Coronel le dice: "Suerte y Viva España".

Suben el Comandante Caballero y el Teniente Cabezas, cada uno en un camión y llegan al Cuartel de Santa Clara, donde está un retén de la Guardia de Asalto al mando de un Sargento. El Sargento da el alto al Comandante Caballero. "¿Quién vive?. España, vuestro Comandante, el Comandante Caballero". Mi Comandante, le dice el Sargento, retírese usted, pues tenemos las órdenes de que no pase nadie. De orden del señor Comandante Militar, y en el nombre de España, vengo a hacerme cargo del mando del 10º  Grupo de Asalto. No tenéis más que dos caminos: Obedecerme o matarme, pero si me matáis será por la espalda, porque ahora mismo voy a tomar posesión del Cuartel. Si le matan a usted, dice el sargento, nos matarán a los dos. Yo siempre a sus órdenes. Los demás guardias del retén se unen a ellos.

El Cuartel está lleno de rojos. El Comandante Ros que lo manda, les ha abierto las puertas y los ha armado.

El Comandante Caballero se asoma a una ventana y dice: "El Cuartel es nuestro. Rendiros... ¡Viva Españal... ¡Viva el Ejército!.

Al oír al Comandante el patio ha quedado casi vacío, sólo aguanta el Comandante Ros y algunos oficiales.

El Comandante llama al Coronel Aranda y le dice: A sus órdenes mi Coronel. El Cuartel de Santa Clara está al servicio de España.

¡Magnífico! ¡Enhorabuena!.

Aranda, al recibir la noticia de la ocupación del Cuartel de Asalto y la adhesión de los guardias, puso en marcha el dispositivo de la defensa de la Ciudad. Ocupa los centros neurálgicos, mientras tropas del Regimiento Milán se establecen en la Loma de Pando.

A las 21.30, el Coronel Aranda se dirige, por los micrófonos de Radio Asturias, a todos los habitantes de la Región: "Asturianos el Gobernador Civil ha resignado el mando. Yo, el Coronel Aranda, tan vuestro, tan asturiano, tan amante de España y de la República, saludo a todos con emoción. A todos ruego que cooperéis en esta obra de la salvación de la Patria. Que cada hombre vaya por un fusil, y que todos cumplan con su deber. Estad tranquilos y confiados. Los que hemos hecho con anterioridad el sacrificio de nuestras vidas por el honor de la Republica y por salvar la vuestra, tenemos que cumplir con nuestro deber a fin de que, de una vez para siempre, termine la era de crímenes sin cuento perpetrados a un amor a la democracia y a la Patria que no sienten. ¡Viva la República!, ¡Viva España!.

No existía, pues, un visible deseo de derribar a la República como forma de Estado, sino que ésta pueda llegar a constituir un régimen de paz y justicia social para todos los españoles.

El Rey creía que su marcha evitaría el derramamiento de sangre, pero estaba equivocado. De su equivocación brotaron, un mes después, brutales incendios de Iglesias, conventos o centros de enseñanza regidos por religiosos, perdiéndose obras de incalculable valor.

 

LA DEFENSA DE OVIEDO

 Aranda tomó las medidas pertinentes. El día 20, lunes, a las 11,15 horas, una compañía del Regimiento Milán 32, con una banda de música, presentaba armas en la Plaza de La Escandalera, bajo la bandera republicana y a los sones del himno de Riego (el republicano) el Capitán que la mandaba, lee el Bando por el por el cual se declara el "Estado de Guerra" en Asturias, que entre otras cosas decía: "Vista la dejación de la autoridad ante los enemigos de la República y de España para apoderarse de los resortes del mando, he resuelto asumir el de esta provincia... Y que terminaba: "Y que dicto para la seguridad de las personas honradas y la salvación de la República". En el patio del Cuartel de Santa Clara formaban dos largas pilas de voluntarios. Los hay de todas las clases sociales y de diversas edades. Le toca el turno a un señor que es reconocido por todos los presentes. ¿Usted, don Sabino?. ¡Naturalmente!. Tiende el carnet al Sargento que hace un gesto de sorpresa al leerlo, y dice: ¿Profesión?... aquí dice... Ahí dice Catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Oviedo. ¿Le parece a usted mal?. No señor, todo lo contrario. Don Sabino Álvarez Gendín toma el mosquetón y un paquete de cartuchos. Los ovetenses y el resto de la provincia, recordando la tragedia padecida durante la Revolución de Octubre de 1934, golpe de estado cruento marxista contra la República y el gobierno legalmente constituido, no estaban dispuestos a que se repitieran escenas tan espantosas como las padecidas en aquel entonces.

Salvador de Madariaga dijo arios después: "Con la Revolución de Octubre de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar el Alzamiento Nacional del 18 de Julio de 1936. El Coronel Aranda organiza la defensa de Oviedo, teniendo en cuenta los relieves del terreno. Aprovecha las depresiones o fosos para establecer una posición ventajosa que los domine desde distintos ángulos y, por ello, los núcleos de resistencia más fuertes contaban con lunetas. El tiro cruzado de las lunetas se combina con el de las posiciones intermedias, creando así una barrera casi infranqueable ante el ataque enemigo.

En el puesto de mando del Coronel Aranda, instalado en la Fábrica de Armas de La Vega, están reunidos Jefes y Oficiales de las distintas armas que actúan en Oviedo. El Coronel Aranda pregunta: ¿Fuerzas con las que contamos?. Un Batallón de Infantería del Regimiento Milán 32, con cuatrocientos hombres. Seis Compañías de la Guardia Civil con un total de mil doscientos hombres. Tres Compañías de la Guardia de Asalto, cuatrocientos hombres. Dos Baterías de Artillería de Montaña, doscientos hombres, que hacen un total de dos mil doscientos hombres. A éstos hay que agregar los voluntarios.

¿Cómo va la recluta?. Cerca de mil hombres. Tenemos que defender Oviedo con estas fuerzas. He prometido al General Mola que nos sostendríamos por lo menos dos meses.

Actualmente y sin bajas, hemos tomado Pando, La Cadellada, San Esteban de las Cruces, Buenavista y algunas posiciones en la falda del Naranco. Hay que librar la Ciudad del fuego directo de ametralladoras y fusilería.

 Dicen que Oviedo es una Ciudad abierta. Nosotros la cerraremos. Ninguna Ciudad es abierta cuando es defendida con tesón.

 

LOS VOLUNTARIOS

Voluntarios de distintas edades y profesiones u oficios se presentaron a primera hora en los cuarteles del Regimiento Milán 32, Artillería, Guardia Civil y de Asalto. La Centuria de Falange concentrada en la que se llamaba "Casa del Pueblo" en la calle Asturias, que había de llamarse luego "La Casa de España". La Centuria de jóvenes falangistas de edades de entre trece y diecisiete años. Algunos de estos jóvenes prestaron servicios, en un momento determinado en el Batallón de Ladreda, en la Guardia Civil y de Asalto y otras unidades, demostrando que, en Oviedo, la moral superaba los límites más insospechados.

 

 

San Claudio, la batalla olvidada

San Claudio, la batalla olvidada

El 2 de marzo de 1937 un sangriento enfrentamiento se desata en el lugar hoy ocupado por el cementerio de San Claudio, que supone uno de los últimos coletazos de la ofensiva republicana sobre Oviedo y su «pasillo». Extremadamente violento, muchos asturianos dejaron su vida en un ataque poco conocido y tan infructuoso como inútil.


 

La ermita de San Claudio fue el objetivo marcado por el mando republicano el 2 de marzo de 1937 para tratar de cortar la comunicación principal de los nacionales con Oviedo, ya fuertemente amenazada desde la ocupación reciente de la posición de Pando. Tras la ermita, se pretendía luego continuar a la loma de La Llama, Cimadevilla y San Roque, hasta enlazar con la loma de Pando. El flanco izquierdo de las tropas republicanas estaba protegido por las posiciones de Rebollada, Planadera, Pedreo y Feleches. El flanco derecho, aunque en manos de los nacionales, estaría protegido por las posiciones de Sograndio, con tres baterías artilleras, y Feleches, con otras tres baterías. La ermita está defendida por fuerzas moras y Guardia Civil.

En un día lluvioso, con viento huracanado y frío, la operación es encomendada a la 10.ª Brigada de Infantería, que manda el comandante Damián Fernández. Tiene en Planadera su puesto de mando. Toman parte en la acción dos compañías de los batallones de Infantería «Asturias 27», también llamado «Mártires de Carbayín» y de «Asturias 42». Después de un breve ataque artillero, poco después de las tres de la tarde, asaltan la posición por el Sur y el Oeste. Las consecuencias serán una fugaz victoria y una verdadera sangría de muertos y heridos.

Media hora más tarde, la posición es tomada, sin que sea abandonada por el enemigo. Unos y otros se encuentran a escasos metros. La Infantería del «Mártires» se distingue al ocupar la iglesia y un hórreo situado más al Sur, y pronto comienzan a fortificar los lugares ocupados. Las bajas comienzan a ser numerosas y se solicitan refuerzos. Una compañía del «Piloña», mandada accidentalmente por el capitán Silvino Pandiella, de Bimenes, es enviada de refuerzo, pero se queda en las trincheras del punto de partida, negándose a subir al cementerio y a la ermita, donde ya la situación es insostenible. Es entonces cuando tiene lugar un hecho trágico. El comandante de milicias Agustín del Campo, jefe del «Asturias 27», hombre controvertido y de fuerte temperamento, tiene órdenes claras: pegar un tiro a quien retroceda o se niegue a avanzar. Insiste varias veces ante un capitán, que se muestra reticente. La situación arriba es desesperada, el enemigo contraataca ya y las bajas crecen. Agustín del Campo sale de la trinchera y realiza una última amenaza: «O subes con tu fuerza o te fusilo». Una nueva y suicida negativa del capitán colma de rabia al comandante, que allí mismo lo ejecuta. Sus hombres, aterrados, salen de sus trincheras y acuden a reforzar. La disciplina se mantiene a cualquier precio. Un premonitorio artículo en el socialista «Avance» preconiza la «disciplina a rajatabla en el Ejército Popular».

Cuando anochece, las fuerzas nacionales aún se mantienen en el cementerio y en una trinchera aledaña. A veinte metros, siguen los republicanos, cuyas bajas son cuantiosas para sólo media jornada: veinte muertos y más de doscientos heridos, muchos de ellos graves. En las siguientes jornadas, los hospitales de Trubia y Mieres, adonde eran trasladados los heridos, contabilizarán un goteo incesante de nuevos fallecidos. Más de treinta componentes de las fuerzas asediadoras dejaron la vida allí. Los combates seguirán durante varios días, pero los nacionales, tenaces, no ceden nunca terreno.

La ermita quedó tan destruida que se construyó una nueva en el pueblo. Algunos de sus restos se conservan en el Museo Arqueológico. Hoy sólo queda el cementerio, desde el que aún se puede observar el escenario del combate. La Planadera, una loma a un kilómetro hacia el Oeste coronada con un gran búnker, nos sitúa en el puesto de mando de la operación. Sograndio, al sur de la ermita, aún conserva un búnker, además de numerosos nidos y posiciones artilleras.

 

Arquitectura militar para un cerco

Arquitectura militar para un cerco

 

El reciente y polémico derribo de la casamata de La Ería, la única del bando nacional que se conservaba, ha puesto de nuevo de actualidad la fragilidad a la que están sometidas estas instalaciones bélicas de la Guerra Civil que están diseminadas por el concejo de Oviedo, al carecer de una protección especial.

La Asociación para la Recuperación de la Arquitectura MilitarAsturiana 1936-1937 (ARAMA) y la Hermandad de Defensores de Oviedo pusieron el grito en el cielo al conocer la destrucción de la histórica casamata de La Ería.

¿La culpa? El Ayuntamiento lo atribuyó a un exceso de celo de la empresa que ejecutaba las obras, ya que los técnicos municipales, en un informe, advertían de que no se preveía ninguna actuación sobre esta fortificación.

Una mirada atrás. Todo comenzó el 19 de julio de 1936, tras la declaración del estado de guerra en la capital por parte del general Aranda y el posterior asedio de la ciudad, del que quedan 154 vestigios de arquitectura militar. Esta cifra sitúa a Oviedo como el enclave  que conserva el mayor número de casamatas, baterías, trincheras, nidos de ametralladoras, refugios y puestos de observación, además de refugios y blocaos, desde las que el Ejército republicano sometió a Oviedo a un cerco al que sus habitantes hicieron frente con un valor numantino.

Los soldados de la VIII Brigada emplazaron cañones de 77 milímetros fabricados por Krupp en su factoría alemana de Essen. Sus disparos arrasaron literalmente la ciudad. Tal vez la imagen más emblemática es la de la torre de la catedral destrozada.

El cerco supuso la desaparición de 1.120 edificios y la práctica ruina de otros 3.000. Los 12.000 proyectiles de artillería disparados contra la ciudad, junto con las 10.000 bombas aéreas soltadas desde aviones republicanos, tuvieron un efecto devastador sobre Oviedo y sus habitantes.

Las construcciones militares aún conservadas fueron decisivas para el Ejército republicano en sus tres sectores: San Esteban de las Cruces, La Manjoya y el Cristo.

En la primera zona están catalogadas quince construcciones, destacando las que albergaron las posiciones artilleras que jugaron un papel muy importante durante el cerco. También tiene un interés especial el nido de ametralladoras que se encuentra en el camino que une Otero con Fozaneldi, desde donde la 1ª Compañía del Batallón “Azaña”, que contaba con 48 ametralladoras repartidas estratégicamente alrededor de la ciudad (eran americanas, de la mítica marca Colt), hacía fuego.

 La idea de fortificar las posiciones del cerco de Oviedo surge tras el fracaso de la segunda ofensiva, entre febrero y marzo de 1937. Este es el momento en que comienza de forma interrumpida la construcción de estas fortificaciones.

Desde lo alto del pequeño monte de La Mata, en Colloto, se domina Oviedo, razón suficiente  para que los republicanos construyeran un enclave formado por casamatas, nidos de ametralladoras, trincheras cubiertas y polvorines.

Dos batallones republicanos se asentaron en este enclave durante dos meses, desde donde realizaron un fuego intenso contra la ciudad. El antiguo edificio del hospital psiquiátrico de La Cadellada, a tan sólo kilómetro y medio de distancia, sufrió un auténtico calvario.

No muy lejos, en Lugones, está El Cuetu, rodeado de una red de trincheras, que algunos expertos  sostienen que es la estructura bélica más importante del norte de España.

En el otro extremo, en el monte Naranco, se construyeron numerosos nidos de ametralladoras y un búnker, tal vez destinado a almacenar municiones y a servir de lugar de descanso a los artilleros. Una atalaya ideal desde el punto de vista estratégico para controlar dos sectores muy importantes.

Por el sur,  Loriana, el Escamplero y Puente Gallegos, por donde romperán el cerco las columnas gallegas, aunque en un principio no logran entrar en Oviedo, donde sólo quedaban 10.000 de los 50.000 habitantes que tenía apenas un año antes.

En San Pedro de Nora, Sograndio y Las Caldas, que formaban parte del frente de Trubia, quedan aún 46 construcciones bélicas, lo que convierte a esta zona en la segunda más importante del municipio. Además, este sector fue junto con el del Naranco, de los más activos durante el cerco, con numerosas piezas de artillería pesada.

En la zona del Cristo quedan una batería y cuatro nidos de ametralladoras; en la de La Manjoya, una batería y cinco nidos de ametralladoras, y en la de San Esteban de las Cruces se encuentran cuatro casamatas, un nido, un puesto de observación y una trinchera.

A estos vestigios hay que unir los de los rentes de Gijón-Llanera, que se subdivide en el de Lugones-Colloto y Naranco-Llubrió, y el de Ttubia, que estaba formado por el de San Pedro de Nora y Sograndio-Las Caldas.

La zona del Naranco-Llubrió es la que tiene un mayor número de restos, 68 en total, de los cuales 63 son nidos de ametralladoras. Por número de construcciones le sigue Sograndio- Las Caldas, con 38 elementos, de ellos, 24 nidos de ametralladoras.

 

ÁNGEL FIDALGO (La Nueva España 18/12/2011)

Quince meses de infierno

Quince meses de infierno

Por Esteban Greciet

 

Avanzo la sospecha de que la Guerra Civil en España -que trató de ganar Zapatero con su memoria histórica y 75 años de retraso- la perdieron en Asturias los llamados «rojos» no sólo por su obsesión en tomar una pequeña ciudad como Oviedo (que el periodista de «Avance» Juan Antonio Cabezas llegó a calificar de invulnerable) sino también, al decir de los expertos, a causa del mal planteamiento militar del caso por los sitiadores.
Un gran ejército de superioridad aplastante en hombres y material, con todos los apoyos y suministros nacionales y extranjeros, estuvo empantanado quince meses cruciales alrededor de un Oviedo decidido a resistir mientras los conocidos como «nacionales» avanzaban sobre el mapa de España.
¿Qué hubiera pasado si el grueso de esas fuerzas y su gigantesco aparato bélico se hubiera derramado hacia el Sur para enfrentarse al ejército de África?... No es difícil imaginarlo.
Lo que sí afirmo sin temor de errar es que los llamativos casos de Santa María de la Cabeza, Guernica o el Alcázar de Toledo, con todo su dramatismo, no admiten comparación con la gravedad y la repercusión que tuvo la gesta de Oviedo para sus sufridos habitantes y en el desarrollo de los acontecimientos nacionales.
Cortados el teléfono, la luz y el agua, con una epidemia de tifus que se llevó por delante mil vidas, la escasez de víveres y medicamentos, un cañoneo constante sobre la población civil, los bombardeos de la aviación y el hostigamiento permanente desde noviembre del 36 sobre el precario pasillo a Grado, no es hipérbole señalar que todos los ovetenses -defensores, civiles e impedidos- vivieron en un verdadero infierno.

 Cinco grandes ofensivas se abatieron sobre la ciudad. La de septiembre del 36 fue muy violenta y causante de numerosas víctimas; en ella, se produjo la tragedia de la casa del Chorín en Foncalada, donde una bomba de aviación alcanzó por el patio de luces el sótano donde se guarecían mujeres, ancianos y niños, causando casi 80 muertos y 40 heridos.
En la gran ofensiva de octubre, que a punto estuvo de conseguir sus objetivos («Termina Sagunto y empieza Numancia», sentenciaba Aranda), destacó la batalla de la Loma del Canto, posición clave para tomar la calle Uría, espina dorsal de la ciudad, donde corrió la sangre a raudales por los dos bandos.
En noviembre, la explosión del polvorín de Uría causó no menos de 22 víctimas mortales y 60 heridos, sin olvidar la ofensiva del mes y su ataque a la cárcel que ocasionaba 21 fallecimientos, entre otros muchos episodios sangrientos y destructivos.
La terrible ofensiva de febrero de 1937 incluyó el bombardeo intencionado del Hospital, una verdadera carnicería que originó escenas dantescas de muerte y desolación con centenares de víctimas y de amputaciones. En agosto todavía hubo otra ofensiva final que terminó en desastre.
Total, miles de muertos y de mutilados, la mayoría civiles, y más de dos tercios de los edificios destruidos, empresas, comercios, instituciones… Casi todas las familias de aquel Oviedo tuvieron bajas que lamentar.

 ¿Quiénes eran los buenos? ¿Quiénes, los malos? Da igual, en la ciudad había de todo, pero se puede jurar que, ideologías aparte, los que pagaron las más duras consecuencias fueron los ovetenses de las clases modestas, que pusieron la mayor parte de los muertos, de los huérfanos, de las viudedades, de los hogares perdidos y las vidas destrozadas. Y todo ello cuando apenas la vieja capital del Principado empezaba a levantar cabeza tras los desastres de la Revolución del 34 (contra la legalidad republicana, no se olvide).
Cabe preguntarse ahora por qué no se le dio a la gesta de Oviedo la importancia que tuvo. Y si fueron las diferencias de Aranda con Franco las causantes de esta tan injusta falta de reconocimiento histórico.

 

 

Publicado en el diario La Nueva España 

«El cerco a Oviedo fue terrible, más dramático que el bombardeo de Guernica»

«El cerco a Oviedo fue terrible, más dramático que el bombardeo de Guernica»

Con «La ciudad indómita», su nueva novela, el periodista Esteban Greciet echa la vista atrás, a su infancia. «Yo tenía 5 años, mi madre acababa de llegar a Oviedo de Cuba, viuda y jovencísima. Se muere mi abuelo, viene la revolución y la guerra. Fue una catástrofe familiar, unas mujeres solas, la guerra acabó con todo», cuenta.

Greciet guardó todos aquellos acontecimientos e impresiones en la memoria. «En la posguerra no se hablaba de la guerra, era algo que había que echar al olvido», dice. Años después, reposados y meditados, sus recuerdos, engarzados en los dramáticos y decisivos acontecimientos históricos de aquellos años, se han convertido en una novela.

 


-Siendo un niño, ¿era consciente de la tragedia que suponía la guerra?

-Los niños teníamos la inconsciencia propia de la edad, no conocíamos otra cosa, jugábamos en el chalé del Marqués de la Rodriga, que era un cuartelillo de los militares que guarnecían el cementerio viejo, en aquellas escaleras con las viejas armaduras y con una niña de 12 años que nos capitaneaba.

-Su novela arranca con la inauguración del Restaurante Sisters.

-Existió. Fue una especie de reinauguración de la ciudad tras la Revolución del 34, una ciudad de una burguesía naciente. La población necesitaba resurgir.

-Describe la resistencia de Oviedo como heroica.

-La población ya estaba escarmentada por lo que pasó en octubre y los acontecimientos políticos presagiaban lo que iba a ocurrir. La población civil y el coronel Aranda se estaban preparando. La gente sufrió el tifus, el hambre, los cortes de agua, los bombardeos y esperaban con cierto escepticismo que llegaran las columnas que los iban a liberar y llegaron, en octubre, pero aún quedaba por delante un año de asedio.

-La guerra se libró en las calles de la ciudad.

-La defensa de Oviedo se estudia en academias militares de todo el mundo. Estuvo muy bien planeada y resistió ante unos efectivos de sitiadores seis o siete veces superiores, sin problemas de suministros y que tenían el apoyo de la Unión Soviética. Y a pesar de todo ello, durante año y medio no pudieron conquistar Oviedo. Fue por la estrategia del coronel Aranda y su estado mayor; los milicianos eran muy arrojados, muy valientes, pero eran en su mayoría mineros sin disciplina. Los tres primeros meses lanzaron un montón de ofensivas, la de octubre fue terrible. Aranda dijo: «Acaba Sagunto y empieza Numancia». Las columnas de Galicia llegaron en el último momento cuando se estaba librando una lucha de reductos en la propia ciudad. Luego, la ofensiva de febrero, a raíz del fusilamiento del rector Leopoldo Alas, con muchísimos medios pero que a pesar de ello no logró entrar en la ciudad.

-¿Cómo discurría entre tanto la vida cotidiana?

-Se fue reduciendo en sus posibilidades. Cuando aquello empezó, en julio, había cine, espectáculos... Los abastecimientos fueron mermando y había escasez de todo, una epidemia de tifus y absolutas restricciones. La población pasaba gran parte del tiempo en los refugios -recuerdo la bomba que cayó en Foncalada-, no había diversiones, sólo alguna radio clandestina. En la ciudad había una cierta solidaridad, aunque alguna gente simpatizaba con los sitiadores y había pequeños sabotajes.

-¿Y el final?

-La columna de Martín Alonso y Teijeiro fue detenida en Peñaflor, tuvo que desviarse por el Norte y entrar por el Escamplero. Había poca información en el interior de la ciudad, se desconfiaba de la llegada de las fuerzas salvadoras. Entonces vieron en el Naranco una bandera rojigualda: eran los moros. Cundió la alegría, entró Teijeiro por la Argañosa, de noche, y los que están en la trinchera del puente del ferrocarril aún creían que era una broma. Lo curioso del caso es que se levantó silenciosamente el cerco, quedaron vacías las trincheras, sólo un miliciano quedó durmiendo, no se había enterado. Se hizo un silencio total.

-¿Ya es posible distanciarse de aquellos acontecimientos y hacer una lectura desapasionada?

-Tendrá que pasar aún mucho tiempo. La ciudadanía estaba muy dividida y el Gobierno de Zapatero con la ley de Memoria Histórica revivió todo aquello. Este episodio de Oviedo, que fue terrible, que se cobró muchísimas muertes, fue más dramático que el bombardeo de Guernica, el asedio del Alcázar de Toledo y de Santa María de la Cabeza, tanto por su extensión en el tiempo como por su mortandad.

-¿Por qué no tuvo tanta repercusión como aquellos?

-Por el posicionamiento de Aranda frente al nuevo régimen. El coronel era monárquico -se decía que masón, pero yo no lo creo-, un liberal. Fue el protagonista, dirigió la defensa y al año siguiente dirigió el Estado Mayor. Eso fue oscurecido, por su monarquismo democrático. Eso me animó a escribir este libro. Yo quería dar una panorámica general, con los momentos estelares. Los episodios iniciales son de película.

-Uno de los acontecimientos que relata es el asesinato del Rector Alas.

-Sabemos quiénes fueron los testigos del juicio. Benjamín Ortiz, el magistral, que le asistió en sus últimos momentos y que salió de la cárcel diciendo: «Habéis matado a un santo». El rector era culto y muy sensible a la necesidad ajena. Un hombre de izquierdas republicano. Los militares no se andaban con chiquitas y él se había identificado con el Socorro Rojo y había estado en Gijón, en actos con la Pasionaria. Se le ofreció ir a Estados Unidos, como profesor invitado, pero rehusó, no preveía lo que iba a ocurrir.

-Es un libro repleto de datos históricos.

-Trata de ser una crónica periodística novelada, con personajes inspirados en personas reales, una trama amorosa protagonizada por una chica falangista y un joven anarquista. Hay traición, odio y amor a raudales, sangre, humor... He recogido testimonios populares, datos de cartas, libros, hay algunos tomados del primer número de LA NUEVA ESPAÑA.

«La defensa de Oviedo se estudia en las academias militares de todo el mundo, resistió a efectivos de sitiadores seis o siete veces superiores; los milicianos eran valientes y arrojados, pero con poca disciplina»

«Mi libro trata de ser una crónica periodística novelada, con una trama amorosa entre una joven falangista y un anarquista; hay traición, odio y amor a raudales, y también humor»

 

Diario La Nueva España (3/01/2012)

Atentado contra el patrimonio histórico en Oviedo

Atentado contra el patrimonio histórico en Oviedo

 

 

El pasado viernes 9 de diciembre, una pala con martillo percutor destrozó la única construcción defensiva de campaña levantada por los defensores de Oviedo que se conservaba, única que había sobrevivido al paso del tiempo del cinturón defensivo dispuesto por el general Aranda.

La construcción estaba situada en la zona de La Ería y representaba el único puesto nacional de la Guerra Civil que se aun se mantenía en Asturias.

Lo cierto es que no tenemos palabras para calificar este lamentable suceso, sólo explicable desde la ignorancia y la dejadez de los poderes públicos en lo que atañe a la protección del patrimonio histórico, sobre todo el de nuestra historia más reciente, bastante arrasado ya por la nefasta "Ley de la Memoria" del anterior gobierno.

Ahora toca pedir responsabilidades y denunciar públicamente este bárbaro hecho, máxime cuando la asociación ARAMA -única que está desarrollando una encomiable labor en la defensa y conservación del patrimonio histórico de la contienda civil en Asturias- nos confirma que hace ya tres años remitió un escrito al Ayuntamiento de Oviedo alertando sobre el valor de esta construcción, única en toda Asturias, recibiendo la respuesta de que "no corría peligro alguno".

Ahora, la pérdida es ya irreparable y desde luego, alguien debería responder por ello.

 


 

Una grúa arrasa una casamata de la Guerra Civil en la Ería

La demolición de un par de casas en una parcela de la Ería -consignada en la unidad de gestión Ería 2.C, según confirmó el Ayuntamiento- se llevó por delante ayer una casamata de la Guerra Civil. A media tarde, el concejal de Urbanismo, Alberto Mortera, aseguraba no tener conocimiento de lo ocurrido ni le constaba denuncia alguna. Más tarde, ya confirmados los hechos y el emplazamiento del vestigio militar, el concejal no descartó, a falta de verificarlo con los técnicos municipales, que estuviera sujeto a algún tipo de protección, lo que acarrearía consecuencias a la empresa constructora responsable del derribo.

El geógrafo Manuel Antonio Huerta Nuño, autor de un inventario de los restos arqueológicos de la Guerra Civil en Oviedo, indicó que en esa área de la ciudad, en el entorno de la Ería, tiene constancia de tres casamatas, dos en buen estado, una especialmente, y otra de la que no queda más que un trozo de hormigón. Huerta Nuño, que no estaba al tanto de lo sucedido, no supo identificar de cuál de ellas se trataba. Una de ellas, según indicó más tarde el concejal Alberto Mortera, está próxima al talud de la Ería y desde ella los soldados controlaban los movimientos de tropas en la carretera del Escamplero.

A simple vista la estructura demolida tiene el aspecto de un puesto de observación, desde el que los vigías orientaban la dirección de los tiros durante las batallas.

Alberto Mortera se comprometió a visitar el lugar y recabar información sobre las responsabilidades derivadas de la demolición de la casamata. El responsable municipal de Urbanismo aludió a los problemas que suele plantear la preservación de estas estructuras de carácter bélico. «Son difíciles de encajar en urbanizaciones recientes», señaló, y añadió que son frecuentes las quejas vecinales -en concreto aludió a la zona de Prado de la Vega- por la acumulación de basuras, su ocupación y el riesgo que entrañan, sobre todo para los niños, que pueden caer en el interior de trincheras o edificaciones poco visibles.

En cualquier caso, aseguró que el Ayuntamiento tiene la intención de preservar este patrimonio, sobre todo cuando se localiza en áreas abiertas y espacios verdes, como el Naranco o Colloto.

LNE (10.12.2011)